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El punto de partida

El punto de partida no es un lugar en el mapa, ni una fecha en el calendario. Es un estado mental que detonó nuestro primer paso.


Nuestro punto de partida es la disposición a considerar la idea de movimiento, de cambio, de aventura. Un viaje es un desplazamiento en el tiempo y el espacio, requiere esfuerzo, energía y planificación, pero todo esto es secundario frente al proceso de "decidir" dar el primer paso. En nuestro caso, el punto de partida es la comunión de ideas entre dos personas completamente distintas, con un proyecto de familia en común, que se toman de la mano para abrazar una aventura que los llevará fuera de su zona de confort.


Siempre buscando la aventura
Siempre buscando la aventura

Entre el miedo a lo desconocido y el temor a lo demasiado conocido


En nuestras conversaciones de pareja, surgió una idea poderosa: muchas veces, lo que realmente impulsa a las personas a actuar no es tanto la búsqueda de un objetivo, sino la necesidad de evitar un mal que se percibe como posible. Quizás no tememos lo desconocido, sino que nos aterra seguir atrapados en lo demasiado conocido.


La logística, claro está, es el ancla que nos ata a la realidad y le quita glamour a la idea del viaje, pero también es el cimiento sobre el cual los sueños pueden materializarse. Se necesita un espíritu soñador y unas manos laboriosas para convertir las ideas en realidad.

Pareja y la planificación


Las dinámicas de pareja no son estáticas ni inmutables. El cambio constante resulta una obviedad, pero hemos visto que se invierten muchos esfuerzos en mantener el Statu Quo en las diversas áreas de la vida. Afortunadamente, somos una pareja acostumbrada a desafiarse y empujarse uno a otro al cambio.


Trabajamos bastante bien juntos y construimos un proceso de admiración mutua que nos permite respetar y considerar las ideas del otro por locas que parezcan. Puede que no siempre todo esté en equilibrio, pero nos movemos al compás requerido para no caer y continuar cumpliendo nuestras metas.


Nuestros hijos son un motor adicional de acción; nos demandan tiempo y recursos, por lo que debemos ser efectivos en nuestra planificación y, cuando no lo somos, por suerte improvisamos bien.




El momento adecuado es cualquier momento, mejor si es ahora!


El año pasado viajamos fuera de Chile y observamos a muchas personas en la tercera edad intentando cumplir sus sueños. La idea del viaje surgió en agosto, poco después del volver a casa.


No se nos da fácil la charla coloquial, pero las conversaciones profundas abarcan nuestra atención y podemos zambullirnos en ellas por horas. Tras varias sesiones de ellas comenzaron a salir frases como ¿por qué esperar? ¿tenemos las condiciones? ¿38 años, con dos hijos, qué puede salir mal? Tras unas risas y miradas nerviosas sabíamos que sellamos un pacto.


Avisamos en nuestros trabajos y compromisos que teníamos en ese momento y nos dispusimos a caminar el proyecto paso a paso. Compramos un vehículo apto para viajes fuera de ruta, arrendamos nuestra casa, y cada decisión y acto que realizamos nos encaminó al objetivo de recorrer, conocer, valorar y aprender. De viajar.


Sin miedo a cambiar de rumbo


Cualquier proceso involucra una transformación. Sabemos que habrá problemas, conflictos y dificultades, pero eso ocurre incluso sin viajar. Vamos con los ojos en el cielo y los pies en la tierra. Nos emociona lo que vendrá, pero también sabemos que ninguna decisión es irreversible. Si en algún momento sentimos que es necesario ajustar el rumbo, lo haremos sin miedo.


No hay momentos perfecto. Las decisiones se toman o no, y el mundo se explora desde las elecciones que hacemos. Para quienes sentimos el deseo de emprender una aventura es necesario que nos hagamos preguntas difíciles, y seamos capaces de vivir con la elección y de soltar aquellas posibilidades que iban en la otra dirección.


Así que aquí estamos, en nuestro punto de partida. Con la mochila lista, las manos entrelazadas y la certeza de que, pase lo que pase, lo peor que puede ocurrir es que aprendamos mucho. Y eso, en sí mismo, ya es un gran viaje.




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