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Momentos Simples en la Patagonia: Acampando en Cochrane



Atardecer en el Mirador Tompkins
Atardecer en el Mirador Tompkins

Llegar a Cochrane fue como pisar otro planeta. Después de más de una década viviendo entre los bosques lluviosos y volcanes nevados de Pucón, nos sorprendieron los paisajes secos y azotados por el viento de la Patagonia austral. Condujimos por valles amplios, atravesando estepas desérticas, lagos turquesa y las fascinantes aguas del río Baker, con tonos lechosos provenientes del derretimiento glaciar, algo que nunca antes habíamos visto.



Revisando la carga
Revisando la carga

Nuestra travesía hacia el sur no estuvo libre de desafíos. Saliendo de Puerto Murta, el auto de Jorge decidió no partir, recordándonos que viajar por la remota Patagonia implica esperar siempre lo inesperado. Afortunadamente, una reparación rápida realizada por un mecánico local nos permitió continuar. Pero los obstáculos no terminaron allí; al llegar al Parque Nacional Patagonia, nos enteramos de que un auto con el eje roto bloqueaba el camino hacia nuestro campamento original, lo que nos obligó a conducir aún más profundo en el parque mientras caía la noche.


Este inesperado desvío nos llevó al campamento El Valle, un refugio aislado, calmo y solitario. Armamos nuestra carpa en la oscuridad y despertamos con el sol dorado iluminando el pasto ondulante y las colinas a nuestro alrededor. Allí, la vida se simplificó hasta lo esencial: cocinar espaguetis, compartir palmitos directo de la lata, enfrentar duchas frías y vestirnos en capas contra las noches heladas. Simple, pero profundamente satisfactorio.


Los días en el parque transcurrieron suavemente. Nuestros hijos rápidamente se convirtieron en pequeños exploradores aventureros, alejándose del campamento con sus walkie-talkies en mano, buscando pumas escurridizos y trepando árboles. Regresaban con historias épicas de cruces de arroyos, ropa empapada y manzanas arrancadas directamente de los árboles cercanos. Su emoción y curiosidad, explorando bajo cielos infinitos y horizontes abiertos, nos recordaron lo profundamente adaptables y libres que son los niños de forma natural.


Un momento especialmente destacado fue nuestra caminata hacia el Mirador Tompkins al atardecer. Planeamos llegar justo para la puesta de sol, y arribamos cuando el cielo iniciaba su danza nocturna de colores. La simple belleza de ese momento—nuestros niños corriendo y jugando, Jorge tomando su té y yo capturándolo todo con mi cámara—se convirtió en un recuerdo imborrable. Estar allí, envueltos en las tonalidades suaves del anochecer, reafirmó una profunda realización: las experiencias más ricas de la vida a menudo llegan silenciosamente, en estos humildes momentos compartidos.



Viajar así, inmersa en la naturaleza, me hace sentir profundamente viva. Siempre he necesitado ventanas abiertas, puertas abiertas y contacto directo con el aire libre. Dormir en una carpa, cocinar en una pequeña estufa, despertar con los cantos de las aves—me arraiga como nada más puede hacerlo. Este viaje refleja una visión que alguna vez tuve de la vida familiar, un sueño fugaz de acampar con dos niños pequeños—ahora convertido en realidad. Abrazar la incertidumbre, arriesgar la estabilidad, incluso desafiar las normas tradicionales de educación—todo se siente profundamente correcto.


Henrique y Paula
Henrique y Paula

Sin embargo, quizá los momentos más gratificantes provienen de las conexiones humanas. La última mañana, una pareja brasileña se nos acercó, varados por falta de acceso a internet necesario para los documentos de cruce fronterizo. Nuestro Starlink y nuestra impresora portátil se convirtieron rápidamente en su salvavidas. Ayudarlos, compartir historias y risas bajo el cielo patagónico, nos recordó cómo los viajes crean mágicamente profundas conexiones en encuentros fugaces.


Si hay algo que Patagonia ha reforzado en nosotros, es la alegría que se encuentra en la simplicidad: comer fideos bajo cielos estrellados, noches frías abrigados dentro de una carpa, el sol matutino calentando el pasto, los cantos de aves que rompen el silencio, y encuentros casuales con desconocidos que rápidamente se vuelven amigos. En estas experiencias humildes se encuentra una satisfacción profunda—del tipo que permanece contigo para siempre.



 
 
 

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Qué ganas de ver sus experiencias en un canal de Youtube, pero comprendo que eso significaría más trabajo y tiempo tras un computador y, talvez, creo yo, algo más alejado de la experiencia que quieren disfrutar. Qué ganas también de leer un blog dedicado al con qué van viajando, su equipamiento, vehículo, cocina, equipo de rescate, carpa, etc, creo que sería de gran ayuda para quiénes queremos vivir una experiencia similar y tenemos hijos... Los admiro mucho y siempre estoy atento a sus publicaciones aquí y en sus cuentas de Instagram... Un gran y fuerte abrazo para ustedes cuatro... al infinito y más allaaaaaaaaaaá!!!

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